sábado, 19 de mayo de 2007

Mentiras, estadísticas y telecomunicaciones. Manuel Portolés
Publicado en el diario Levante 17/05/07

Hoy, en el día mundial de las Telecomunicaciones, celebramos el crecimiento y la proliferación caótica de todo tipo de infraestructuras de telecomunicación olvidando la protección a la salud. Me refiero a las estaciones base de telefonía móvil, GSM, DCS, UMTS, radioenlaces, picocélulas, Wi-Fi? que han contribuido a un aumento, superior a 150 millones de veces, de la contaminación electromagnética en nuestro país, en referencia al final de la década de los 70.
Hace también un año del informe de la Organización Mundial de la Salud (nota descriptiva nº 304) «Los campos electromagnéticos y la salud pública». Este documento confirma la existencia de cerca de un millón y medio de estaciones base en el planeta, con la indicación de un aumento considerable en los próximos meses. El informe reconoce que a medida que crece el número de estaciones base y de redes locales inalámbricas, aumenta también la exposición de la población; afirmaciones que compartimos con la OMS.
No sucede lo mismo con el resto del documento que a pesar de reconocer que las personas se convierten en eficaces antenas-receptores del sistema, solo examina (excluye los efectos celulares) el efecto térmico de los campos electromagnéticos(CEM) sobre el organismo; es decir, el aumento de temperatura, por ejemplo en su cabeza, de 1º C. Y apostilla, que con más de 50 años de experiencia con las estaciones de emisión de radio y TV, no se han encontrado perjuicios para la salud.
Comprenderán que ya solo el efecto térmico puede tener consecuencias muy negativas (recuerden los episodios febriles), y en su análisis no podemos considerar a todos los tejidos como iguales, o como un vaso de agua azucarada (sistema de evaluación del efecto térmico para los «expertos»). Tenemos que tener en cuenta en la evaluación de daños, y seré breve, la densidad de los tejidos (muy denso el hueso, poco denso en cerebro), la conductividad de los mismos (poco conductiva la grasa, muy conductivos el cerebro y los ojos), y sobre todo su trabajo, su tasa metabólica (baja para huesos y grasa, mas alta para músculos y piel, y mucho mayor para el tejido cerebral). Luego, el cerebro es un órgano particularmente sensible a la radiación electromagnética. Recuerdo un trabajo que al hablar de la inocuidad de los CEM indicaba que este tipo de tecnología (entonces 900 MHz) no tenía consecuencias para el sistema nervioso central ya que solo penetraba en la cabeza tres centímetros. Por más que leo, ni en la época de Atapuerca, el cráneo humano tenía semejante grosor, luego al menos admítanme que esta radiación "cosquillea" la corteza cerebral (visual, motora, sensorial?).
La afirmación sobre que no pasó nada en medio siglo de emisión de radiación electromagnética de radio y TV, es también una mentirijilla. Se olvidan, entre otros muchos estudios, de lo ocurrido en el norte de Sidney donde la coincidencia de tres estaciones de VHF TV incremento la incidencia de leucemia linfática aguda en niños de hasta 14 años, reduciendo además la supervivencia de los enfermos. Los niveles de radiación electromagnética en un radio de 2 km de las fuentes de emisión fueron de 0,2 a 8 microwatios/cm2, mientras que fuera de este anillo, de 4 a 12 km, se alcanzaron niveles de 0,02 a 0,2. Recordarán los lectores, que en un artículo anterior, en estas mismas páginas, «Un paseo electromagnético por la ciudad» encontramos valores en el centro de Valencia cercanos a 8 microwatios/cm2. El estudio australiano concluye que estas radiaciones pueden ser promotoras o facilitar la progresión del cáncer, bien porque inhiben las defensas celulares (inmunológicas, apoptosis?) o bien porque influyen en la proliferación celular descontrolada. El «cuento» 304 de la OMS, continúa indicando que los conglomerado de casos de cáncer en torno a las estaciones base de telefonía son pura casualidad, y que no existen pruebas en los últimos 15 años de que la exposición a CEM aumente el riesgo. Otra de las píldoras afirma que los estudios realizados en seres humanos y «animales» sobre funciones intelectuales, de comportamiento e incluso analizando ondas cerebrales, no han detectado efectos adversos. Y en otro de los párrafos dice que la «hipersensibilidad electromagnética» no se ha demostrado en humanos, sin embargo, indica que hay que tener en cuenta la difícil situación de las personas que sufren esos síntomas. ¡Qué síntomas!, si para la OMS se trata de una enfermedad imaginaria.
Para desmontar el informe 304 solo hay que consultar las bases profesionales de información científica, no los informes y refritos de «expertos». En ellos, podemos leer desde antes de 2000 y hasta ahora, trabajos que hablan de cambios neurológicos inducidos por móviles (General Medical Center, Victoria, Australia), como estos aparatos afectan a la función neuronal (Imperial College Medical School, Londres), o el sueño (University of Technology, Melbourne), como aumenta el riesgo de sufrir un tumor cerebral (Karolinska Institute, Suecia), las alteraciones en la expresión de genes (Weizmann Institute of Science, Israel)? El trabajo de la OMS, concluye así: «de todos los datos acumulados hasta ahora, ninguno ha demostrado que las señales de las radiofrecuencias producidas por las estaciones base tengan efectos adversos a corto o largo plazo en la salud». Y el empeño de la «protectora de la salud» en el mundo, es elaborar programas educativos? es decir, «aumentar la confianza pública».
¿Qué otras cosas esta olvidando la OMS?. Muchas, pero el botón de muestras es el informe REFLEX, que evaluó con un coste de más de 3 millones de euros, si la exposición a la radiación electromagnética dañaba el ADN. Su conclusión, tanto para campos electromagnéticos de baja frecuencia (líneas de alta tensión) como para microondas (telefonía móvil), es que existe daño sobre la «molécula de la vida», además de activación de una serie de genes que juegan un papel importante en la división celular, así como en la diferenciación y proliferación de las células humanas (fibroblastos, endoteliales, neuronas, linfocitos?). El proyecto se suspendió por la CE.
Otra curiosidad es la publicación de varios estudios sobre la manipulación de los resultados científicos (y estadísticas). Uno de ellos, de título elocuente «Radiation Research and the cult of negative results», indica que esta revista científica publica por cada estudio, digamos, positivo o rojo sobre efectos en la salud de los CEM, veinte negativos o verdes (aquí no pasa nada). En un análisis de 85 trabajos publicados desde 1990 a 2005, sobre los posibles efectos genotóxicos de la radiación electromagnética, un grupo de investigadores demuestra que existe dependencia de los resultados en función de quien financie la investigación. Cuando el dinero lo pone la industria, 10 a 1 es la proporción de estudios verdes frente a rojos (interacción sobre el genoma), y cuando el agente financiador es un organismo público o independiente, las proporciones se invierten, pero 6 a 1, ganan rojos.
Este estado de manipulación científica me traslada a 1994 en el Congreso de los EEUU, cuando a las compañías de tabaco (Phillipp Morris, Reynolds, Williamson?), bajo juramento, se les preguntó: «¿Si o no, creen ustedes que la nicotina es adictiva?». Y la respuesta al unísono fué: «¡No sir, nicotina is not addictive!». El resto de la historia la conocen, y la propuesta de la OMS hoy es: «que las tabacaleras paguen por las enfermedades que causen». Feliz Día.